Días muertos


He dicho que ya no voy a la universidad, y es la verdad. La dejé en febrero, después de terminar el primer semestre. Es sencillo decirlo cuando ya está hecho, no lo fue al decirle a la secretaria que iba a "congelar" el semestre. Incluso la secretaria sabe que no volveré, lo noté en la mirada cuando me entregó el papel que me liberaba de todas las clases. Un "Puedes regresar cuando puedas" amarró mi corazón al suelo y me obligó a marcharme sin él.

Seria bastante hipócrita al decir que amaba ir, porque no era así. Odiaba cada minuto que caminaba hacia la universidad, aunque amaba cada segundo que pasaba en las clases.

No era fácil para mí salir de una burbuja llena de magia para regresar a casa por un valle podrido de miseria y viceversa. Me duele no poder tener mi dosis de clase para poder salirme de la realidad en la que vivo. Ahora que no la tengo sobrevivo con lo que me inyecto yo misma: un par de páginas de algún libro, unas partidas de juegos Online, algunas noches largas hablando con gente que ni conozco en persona. Nada me llena como lo hacía Venegas con su voz pausada, o Jaime con su cigarro en la mano y su barba amarilla. Eso es lo que nos toca a muchos venezolanos: dejar ese trocito que nos alimenta el alma para poder alimentar mejor el estomago. Yo no estuve muriendo de hambre, pero muero de otras cosas. Es simple; he dejado la universidad porque mi futuro en ella choca contra un gran muro. Debo rodearlo.

La razón por la que paralice mis sueños es porque me voy. Ya lo he dicho antes, mis maletas están hechas, me he ido unas cuantas veces ya pero mi cuerpo sigue aquí pegado. Puede que necesite más esfuerzo para moverme, es algo que deseo con ansias y que me retuerce por dentro. Es un día más, cerca de que empiece de verdad todo, antes de que empiece a buscar la vida que me ha sido arrebatada hace ya varios meses.

Comentarios

Entradas populares